Con esta frase del Quijote se despachó el amigo Carod Rovira (personaje que me cae fatal) en el Congreso de los Diputados cuando los parlamentarios del PP criticaban el Estatut de Catalunya, y la verdad es que la recupero porque me viene de perlas en estos momentos.
Desde hace unas semanas vengo tratando de afianzar algo con alguien muy muy especial, y parece ser que todo el mundo tiene algo que decir al respecto, cosas buenas en su mayor parte, pero también cosas malas.
Las buenas, las voy recogiendo en mi mochila y las guardo como se merecen en el archivo de mis sentimientos, las malas, las lanzo por la espalda lo más lejos posible, pero me dejan esa sensación que debió de sentir en señor Carod cuando todos a una le insultaban y le increpaban por defender sus ideas (con las que no comulgo en absoluto), me dejan esa sensación de decir, ladran, luego cabalgamos, o sea, que sigan ladrando, que eso significa que hay algo, si no hubiese nada, nadie hablaría, reinaría la calma que precede a la tempestad.
Ladrad, ladrad malditos.
Suspicious minds
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